Cuando abrimos un libro, emprendemos una nueva aventura. Podríamos compararlo a una aventura de navegación. Nosotros con el timón y la ruta definidos, no tenemos más que disfrutar del paisaje. Así, cuando pretendes leer un libro en un espacio heremoso, abierto, lleno del olor de las flores y el canto de los pájaros, tienes que tener una enorme concentración: las dos manos firmes y encontrándose una a otra de forma que sintamos el lomo del libro que portamos como si de una cosa viva se tratase. ¡¡¡Es difícil, a veces hasta yo me distraigo y tengo que volver sobre lo leído para poder enterarme bien!!!; pero es vivir la lectura en su máximo nivel de atractivo.
Me ha ocurrido, como en el libro premio nobel de literatura 2009, La Bestia del Corazón, que leído en el sofá de mi casa, lo encontraba difícil, aburrido, enrevesado, y luego cuando lo leía en el paseo, con la luz, con los árboles, la intensidad de los colores naturales, me parecía más comprensible y divertido. A mí, esto me hacía gracia y pensaba que el libro era como esos animales o esas crisálidas, que de pronto se convierten en seres adultos maravillosos.
Es pues, muy importante, cómo leemos, cuándo leemos y en donde leemos, de ello dependerá que un mismo mensaje nos resulte atractivo y constructivo o en caso contrario disoluto. Tenemos que pensar en la lectura como cuando vamos a elaborar un plato culinario, o una buena ensalada, pues un buen condimento puede tener resultados estupendos.
Volviendo a lo del timón, así es como yo leo por mi querido Paseo del Emigrante de Rus, el cual se ha convertido en una prolongación de mi hábitat natural, cogiendo el libro con ambas manos, todas las solapas cubiertas con mis dedos y sintiendo el lomo del libro como si de un timón se tratase. Y.... a andar todo lo que se pueda, para que el ejercicio sea completo. Cuando acabo me siento completamente realizada dada mi vocación de lectora empedernida.
Juana M.V.G.
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