viernes, 16 de julio de 2010

CONSEGUIDO

En un lugar del firmamento, arropado en una galaxia, allí donde las constelaciones presentan su brillo más inusual, existe un pequeño planeta azul, que a diferencia del resto de los planetas que le circundan, está bendecido con la particularidad de la Vida. Todo él es un paraíso habitado por un crisol de seres diferentes que nacen, crecen, se reproducen y mueren en un singular proceso que nunca ve su fin.
Son entre todos, los seres humanos los que dominan en su mayor parte el planeta, empeñados en abarcar el mayor espacio posible y vivir lo más libres y desocupados que las circunstancias les permitan. Ni que decir tiene que en esta tarea se atropellan despiadadamente unos a otros.
 Es, además, este singular planeta , un paraíso del Bien y del Mal pues en él existen animales y plantas cuyos instintos o venenos son mortíferos para otros seres y otros sin embargo son beneficiosos. De igual manera hay seres humanos buenos y seres humanos malos.
Los seres humanos malos aspiran a ser lo más poderosos posibles, no ven en sus semejantes seres humanos dignos de respeto y consideración y los tratan de manejar y manipular a su antojo; los envilecen para que se comporten según sus intereses, comercian con ellos y tratan de influir en sus mentes para que demanden lo que míseramente ellos quieren ofrecerle. Los malos, pues, en sus actividades destruyen a sus semejantes, negando la libertad de que cada humano que por el mero hecho de serlo, es merecedor.
 No se conforman los malos con envenenar a sus semejantes en sus aspiraciones y creencias más dignas, sino que envenenan el aire del minúsculo planeta con emisiones de gas ponzoñosas resultado y residuo de una tecnología que no favorece a la mayoría de la población y de la que se beneficia una privilegiada minoría.
En definitiva, los malos son unos auténticos ingenieros diseñando el comportamiento del hombre y de la mujer. Estudian al milímetro todo lo que ellos y ellas tienen que hacer, tienen que comprar, tienen que pensar, tienen que creer, si importarles el precio que cueste esta antinatural forma de pensar y vivir. Ha cen de la vida de los seres humanos un continuo mercadeo, desprovisto de espiritualidad, trascendencia y altura de miras.

 Frente a ellos, los buenos que aspiran a ser las mejores personas posibles. Revestidos por un aura de espiritualidad que les confiere la creencia en su Dios, están dedicados a curar, construir, restaurar, y, en una palabra compartir amor , sabiduría y felicidad con el resto de sus semejantes. Los más desarrollados de estos seres humanos comparten y sienten al resto de la humanidad como verdaderos hermanos, practicando en ello un perfeccionamiento espiritual que los acerca a la verdadera felicidad, fin único de todo proyecto de vida que se quiera calificar de humano.

 Los  malos parece que han robado el protagonismo a los buenos, pues en todos los noticiarios de actualidad se hablaba de sus crímenes, de las armas de destrucción masiva que estaban fabricando capaces de destruir al pequeño planeta en un abrir y cerrar de ojos, de sus robos de las estafas a la pobre población indefensa. Eran malos por esto y por muchas cosas más, y se sentían culpables porque en el fondo no eran tan malvados. Ellos mismos reconocían que habían llegado demasiado lejos, pero no hacían nada por evitarlo.

Buenos y malos se culpaban unos a otros de la contaminación del aire, de los depósitos de armas, de la desforestación, de la sobreexplotación, de la sequía, del hambre, de los crímenes contra la humanidad y contra lo humano y de los demás problemas que como una pesada losa acucian al pequeño planeta azul que cada vez más cambiaba de color y se tornaba gris oscuro.

Y los buenos y los malos compartían diariamente luz, calor, noche y día, pero, jamás se ponían de acuerdo. El mundo estaba seriamente amenazado y nada se conseguiría sin la colaboración de ambos grupos pues necesitaban entenderse para proseguir el viaje común de la existencia. Ahora más que nunca tenían que tener claro todos los habitantes del planeta que éste estaba llamado a ser eterno, y que por tanto, tenían que tener respuestas y comportamientos limpios hacia él. Como protagonistas de ésta idea surgieron los divos, encargados de crear ambientes alegres y festivos   y que eran capaces de establecer acuerdos entre los buenos y los malos. Convocaron reuniones entre todos los divos del planeta a fin de llegar a acuerdos que afectaran a toda la población y de sus deliberaciones surgió la siguiente premisa: Tiene que disminuir el número de malos puesto que ellos son los causantes de todo el mal que acucia al planeta. Tarea muy difícil para los buenos de todos los lugares, continentes y pueblos, pero, que cada uno cuenta con la ayuda inestimable de su Dios para conseguirla. Se empezará por un cambio de hábitos y respuestas apropiadas, y así, amaran a sus enemigos y aunque el barco del mundo zozobre, los buenos se agarrarán al madero indestructible de la CRUZ, para conducir al pequeño planeta gris azul a la eternidad.

Por Juana M.V.G.

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